sábado, 21 de diciembre de 2013

ALICIA EN EL PAIS DE LA NAVIDAD

La Alicia de este cuento no vivía en el País de las Maravillas pero era su cuento favorito, y a menudo, se refugiaba en él. No es que rechazara el mundo en el que vivía, simplemente, prefería otros escenarios: aquellos en los que podía dejar volar su imaginación y donde no había nada imposible. Alicia tenía diez años y, aunque parecía frágil e indefensa físicamente, poseía una capacidad mental muy superior a la de los niños de su clase. Sabía que era distinta al resto y que la despreciaban por ello llamándola “la rara”; también sabía que, en realidad, los extraños eran ellos por llevar una vida tan alejada de los sueños y los cuentos.

La madre de Alicia, a menudo, discutía con la profesora sobre el comportamiento de la niña:

-Mi hija me preocupa mucho. En ocasiones desconecta de todo y parece ausente, sin hacer caso a nada ni nadie.


-No tienes de que preocuparte, es normal a estas edades que los niños inventen cosas e incluso tengan amigos imaginarios. Alicia tiene puestas unas alas muy veloces, las de la imaginación, éstas la ayudan a hacer realidad todo lo que sueña. Dejemos que sus ilusiones se lleven a cabo.

Mientras tanto el nuevo sueño de Alicia era un cuento de Navidad. En el colegio habían puesto un árbol gigante lleno de bolas de colores. En lo más alto había una estrella que no dejaba de brillar. Alicia estaba al corriente de que esa estrella brillaba por ella porque se lo había dicho el conejo blanco en sueños. Sus compañeros no podían saberlo porque no hablaban con seres mágicos así que decidió demostrárselo. Aprovechó la hora del comedor para acercarse al árbol de Navidad. Cogió la escalera con la que los profesores habían puesto los adornos y se subió a ella alcanzando la rutilante estrella. Escribió su nombre en la superficie y la volvió a encaramar en lo más alto. Aunque todos dijeran lo contrario ahora quedaba patente que ella era lo más valioso de todo el colegio, la estrella más bonita llevaba impreso su nombre.

Después de las clases unos alumnos empezaron a meterse con ella:

-¿Por qué eres tan rara? Nadie te quiere, no vales para nada…

-Os equivocáis, tengo poder sobre todos vosotros porque todo el universo está de mi parte.

-Encima estás loca… nadie se cree esas cosas paranormales que cuentas. Los cuentos no son verdad y ya eres mayorcita para saberlo.

-Mirad la estrella del árbol. Brilla para mí porque le pedí un cuento de Navidad. Puede que vosotros no me queráis pero los astros sí.

Boquiabiertos miraron hacia el árbol y la estrella les debió de deslumbrar tanto que cambiaron la perspectiva de su mirada, arrojando una pizca de magia en sus pupilas.

-¿Eres maga o has hecho un truco?

-Quien tiene magia no necesita trucos. Y para tener magia primero hay que creer en ella.

Alicia había sembrado la duda en la mente de sus compañeros, por algo se empezaba…

-¿Alicia, quien ha escrito el nombre en la estrella?

-El conejo blanco, mamá. Me prometió que esta Navidad sería mejor que ninguna porque había nacido una estrella con mi nombre.

-¿Sólo tú tienes estrella?

-Sólo yo creo muy fuerte en ellas. Tan fuerte creo que me he hecho la más alta de mi clase, por eso culmino el árbol.

Y, entonces, la mamá de Alicia también quiso tener su estrella de Navidad… y quizás esa noche también soñó con un conejo blanco que hacia magia para ella.

Quedaba poco para la función de Navidad. Alicia estaba muy ilusionada, saldrían todos al escenario a cantar un villancico, vestidos de ángeles.

-Mamá, necesito unas alas muy bonitas y muy resistentes, tengo que volar muy alto porque es Navidad. Me ha dicho el conejo blanco que en estas fechas los cuentos se hacen realidad.

-¿Y a dónde piensas volar, Alicia?

-A donde nadie pueda cortar mis alas. Quiero seguir siendo la más “alta” de mi clase, como la estrella.

-Ser bajita no es nada malo.

-Ya, la estatura me da igual. Pero si los cuentos se hacen realidad quizás pueda convertirme en Campanilla y seguir brillando más que nada ni nadie.

Y llegó el día señalado. Alicia y todos sus compañeros vestían de blanco y ensayaban el villancico entre bambalinas. El aforo estaba completo. Todos los papás esperaban ansiosos a que salieran sus angelitos.

Alicia fue a sacar sus alas de la mochila para que la profesora la ayudara a ponérselas y tan entusiasmada estaba que, al sacarlas con tanto ímpetu, se partió una de ellas. La niña olvidó la magia y se puso a llorar.

-¿Y esas lágrimas, Alicia?

- Ya no creo en los cuentos, conejo blanco. En el País de las Maravillas puedes volar si lo deseas pero en el País de las Realidades las alas se parten en dos. Tienen razón mis compañeros: soy rara e insignificante.

-¿Acaso has olvidado que la magia está dentro de ti?, ¿Acaso has olvidado que sólo tú tienes el poder de transformar tu propia realidad en algo encantador y fantástico?

- No sé como transformar un ala rota en algo fantástico… no puedo volar.

- En el País de las Realidades, como tú lo llamas, no hay magia pero existen cosas útiles. No existen fenómenos paranormales pero hay innovadoras tecnologías. Ven, te lo voy a contar…

Y así fue como Alicia salió al escenario con una seguridad en sí misma eclipsante. Un ala recubierta de espumillón de colores y una mente libre de prejuicios y envuelta en ilusión.

-Mirad Alicia chicos, es tan rara que sólo tiene un ala, ja ja, ja.

-Los raros sois vosotros que estáis anticuados. ¿Quién necesita ahora dos alas teniendo conexión wifi? Mi ala va conectada inalámbricamente con la estrella del árbol de Navidad. Soy un ángel moderno y tengo energía más que suficiente.

Ese día Alicia voló muy alto, más allá de lo real y de lo imaginario porque logró hacer de ambos mundos uno sólo. Situada en el centro del escenario y rodeada de sus compañeros, los cuales la idolatraban ahora, sobresalía con su espumillón de colores. Era la más alta, la más bonita y la más sonriente porque creía en ella más que nunca. Y como nadie la había admirado tanto antes, ese día voló y voló sin ayuda del conejo blanco. A fin de cuentas, El País de las Realidades no parecía ser tan mal mundo, sólo había que soñar con los ojos abiertos.

Alicia tuvo el cuento de Navidad más bonito del mundo. El conejo blanco escapaba raudo por el pasillo del salón de actos. Muchos le vieron y creyeron que era producto de su imaginación. El no detuvo su camino, esa noche le esperaban muchas mentes que visitar; al fin y al cabo era Navidad, la magia debía continuar. Guiñó un ojo a los asistentes y salió sin hacer ruido. Unicamente los que no consideran este relato sólo un cuento para niños soñarán con él una noche de Navidad.

La magia está en ti, querido lector.

Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

viernes, 15 de noviembre de 2013

HUELE A INVIERNO


Entre mis recovecos y tus escondites, mis desaires y tus vendavales, mi arrojo y tu templanza… se nos cuela por una rendija el invierno. Este sopla el viento con una fuerza inusitada; barriendo los noes, los síes y los quizás. Va dejando, con su corriente huracanada, nuestras dudas a la intemperie.

Abrígate corazón, arrecia.

Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

jueves, 31 de octubre de 2013

DESDE EL SILENCIO

Te escribo desde el silencio, desde las noches en vela y mi mar en dudas. Estás sufriendo y me duele en lo más profundo. Cuando mis piernas flaquean se que tú te me mueres por dentro… cuando mi mente se enturbia se que te golpeo sin tregua.

Cúlpame, si lo deseas, estás en tu derecho pero quiero que sepas que yo soy sólo una víctima más. Desde que apareció en mi vida me siento un títere en sus manos. Ni mis padres, ni mis amigos, ni los estudios… nada logra quitármelo de la cabeza. Es más fuerte que yo, es más fuerte que tú. Su sombra enturbia todo mi espacio, alerta mis sentidos y oscurece mis pensamientos. Todo se vuelve inerte cuando aparece, todo se hace gris.

Mi entorno intenta aliviarme, distraerme, serenarme… pero nada ni nadie lo consiguen. Me tiene obsesionada: me magnetiza, me hechiza, me deslumbra. Y, mientras tanto, tú no dejas de llorar. Son lágrimas de desesperación, de pena, de rabia. Quiero luchar contra eso que te hace tan desdichado pero el miedo me atenaza. A veces, siento la tentación de dejarme llevar y caer en sus brazos. Estoy cansada de que la gente me diga q he de ser valiente, que siga luchando… ¿Qué sabrán ellos de este dolor tan particular? ¿Tan tuyo y mío? Nada, nadie sabe nada.

Vivo pendiente de un teléfono, de una llamada que no llega. Mi incertidumbre es mi tortura más letal.

Noto que me voy consumiendo poco a poco. Me ahogo en mi mar de dudas y no logro salir a flote. Me falta el aire, me come la amenaza, me faltas tú. Me agobio, sufro, hago creer a todos que puedo con ello pero, irremediablemente, vuelvo a caer.

Oigo revuelo en la casa. Por fin ha sonado el teléfono. Por lo que puedo discernir han llamado del hospital. Mi querido corazón, parece ser que te han encontrado un sustituto: más fuerte, más ágil, en mejor forma. Con un poco de suerte pronto dejarás de llorar y dibujarás sonrisas en mi rostro. Si tú estás contento, yo soy feliz, vamos juntos en esto.

Aquella que nos amenaza tendrá que esperar a que peleemos esta batalla. No me cabe duda de que ahora sí que saldremos victoriosos. La muerte nos dejará tranquilos por fin. La muerte tendrá que esperar. La muerte deberá rendirse.

Sécate las lagrimas, corazón, vete ensayando la mejor de tus sonrisas.


Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

sábado, 26 de octubre de 2013

domingo, 20 de octubre de 2013

NO TE RINDAS

No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños

Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.

No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños

Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.

Mario Benedetti

viernes, 18 de octubre de 2013

MI TREN DE LOS MOMENTOS

Me amparas en tu regazo. Lo mejor de tu hospitalidad es que es cálida, confortable y no me hace preguntas. Te limitas a recogerme, sin enjuiciarme y me llevas en la dirección correcta. Norte, sur, este u oeste; recorres todos los caminos y ninguno en particular. Me acomodo, disfruto del paisaje, reflexiono y llegamos. Eres el tren de los momentos, de aquellos que son tan especiales porque forman parte de mi día a día. Mis cuatro puntos cardinales; sin ti mi brújula estaría desorientada. Gracias por tantas idas y venidas.


Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

LUNA ROTA

Luna de miel sublime con mi marido idílico. Desde que le conozco mi vida real es mucho más perfecta que mi vida onírica, no hay lugar a dudas: estoy profundamente enamorada. Me costó darme cuenta de ello. Tuvimos muchas citas, buenas películas, interesantes conversaciones que se prolongaban más allá del bien y del mal, tiernos y apasionados abrazos… Nunca pudimos prometernos lo mejor del mundo pero siempre quisimos darnos lo mejor de nosotros. Como un reloj que marca con precisión los segundos, los minutos, las horas… él bordaba -con el pulso del mejor sastre- mis sueños, mis anhelos, mis inquietudes… nunca supe que tenía un sueño hasta que le conocí a él.

Una mañana encontré una célebre frase de Oscar Wilde sobre mi mesilla de noche: “Si no tardas mucho, te espero toda la vida”. No tuve más remedio que rendirme ante ese amor paciente, leal, fiel… El sentimiento que todos quisiéramos experimentar tenía forma humana y pretendía abrazarme. Era más que Cupido, era amor en su estado más puro… aunque tangible, con un contacto cálido y reconfortante.

Y aquí nos hallamos, en el mejor lugar donde nos podemos encontrar. Ningún lugar como el Caribe para perderme en sus playas, ningunos brazos como los suyos para dejarme querer. Mis pupilas no han hallado mejores amaneceres que éstos: luminosos, nítidos, evocadores… los atardeceres se anuncian sosegados, a la vez que embriagadores y hechizantes. Sí, estoy hipnotizada. Mi amor me magnetiza, el entorno me seduce y me lanza imparable hacia el imán que constituye su cuerpo. Yo soy él y él es yo. Somos más que un amor tropical; poseemos el calor del trópico y la brisa del mar. Calor y frío, pasión y serenidad, corazón y alma.

El hotel que nos acoge es un pecado para los sentidos: lujo, confort, relax… Desde el amplio balcón observo un inmenso mar. Las olas mecen mis sueños y el horizonte los engrandece. Abrazada a él me dejo querer, me dejo mimar, me dejo llevar… sólo él me conduce por los caminos adecuados, esos que hacen que mi corazón explote pletórico. Somos uno, somos mar, somos brisa… somos lo que siempre soñamos ser.

Esta mañana es especial. Hoy hace una semana de nuestra boda. Hace ocho días nos entregamos el uno al otro oficialmente, aunque nuestros corazones ya se habían jurado amor eterno tiempo atrás. Hasta que la muerte nos separe nos dijo el cura, mientras yo esperaba que ésta sólo fuera el preludio de nuestra vida eterna, uno al lado del otro.

“Buenos días, mi amor” me ha susurrado al despertar, “no los recuerdo mejores”, le he respondido. Su rostro exhala paz, sus ojos desprenden ternura y su boca rezuma pasión. Declaro la guerra a su paz, incendio su ternura y tiento a su boca. Sus manos me buscan, yo me dejo encontrar y una vez más somos uno. Y, sólo entonces, deseo perderme en ese mar que se antoja infinito; por siempre con él. Las olas nos mecen al unísono…

De repente un inquietante ruido detiene nuestro mar en calma. Sentimos un fuerte golpe en la puerta. Unas voces nos sacan de nuestra comunión perfecta. La ternura desaparece de sus ojos y vislumbro miedo. Sus brazos cobijadores me abandonan relampagueantes. Y, por vez primera, me desampara…

Hay revuelo en el pasillo y por lo que podemos discernir un grupo de atracadores está asaltando el hotel. El miedo evoluciona y se convierte en instinto de supervivencia. La única salida posible es por la terraza. Estamos en un segundo piso, el descenso puede ser algo complicado pero no imposible, merece la pena intentarlo.

Nos dirigimos hacia el balcón. El es más ágil y decidimos que sea el primero en intentar descender para luego ayudarme a mí. Los nervios y la tensión del momento le juegan una mala pasada, casi resbala, pero entonces encuentra mis manos salvadoras que le vuelven a aferrar fuertemente a la barandilla. Le engancho a la vida porque él es el eje de la mía.

Llega mi turno. Me ofrece sus brazos y yo me lanzo a ellos como si de una tabla salvadora se tratasen. Soy torpe… pierdo el equilibrio y me abalanzo estrepitosamente contra su cuerpo. Logra asirse a la barandilla al tiempo que sus brazos, aquellos que minutos antes se erigían defensores, me abandonan. Y me desampara de nuevo…con un movimiento algo brusco desprende su cuerpo del mío y exclama: “cielo, ésta vez debemos hacer el viaje por separado. Intenta bajar por ti misma. Yo sé que tú eres capaz. Te estaré esperando con los brazos abiertos”.

Mi cara se desencaja al tiempo que veo como corre hacia la entrada principal del hotel. Con mi mundo derrumbado se caen mis ganas de luchar. Mi mente se bloquea, mi vista se nubla y mis piernas no reaccionan. Mi cuerpo se balancea, hacia delante y hacia atrás, al final me acurruco en una esquina del balcón.

“Mi amor, de nuevo juntos. Tranquila, todo ha pasado” Abro los ojos y le veo, aunque en realidad no se bien a quien miro. ¿Tengo frente a mí al hombre de mis sueños o a mi sueño transformado en pesadilla?, ¿Tengo enfrente unos brazos apasionados y protectores o unos fríos y traicioneros?, ¿Tengo frente a mí una luna de miel llena o una luna resquebrajada y rota? Todas estas cuestiones me asaltan la mente mientras noto su tacto. Me estrecha la mano con cariño, con fuerza; me da cobijo. Pero mi sangre ya no fluye por él. No logra dar el calor necesario a mi cuerpo el cual sigue frío como un témpano. Se ha roto algo en mí o quizás haya sido en él; puede que el lazo que nos unía se haya desecho. Cierro los ojos de nuevo e intento dormir.

Me despierta la voz de un médico. Me informa de que he sufrido un ataque de pánico y me recomienda reposo y calma durante un par de días. El viaje de vuelta a casa es largo y deberemos retrasarlo. El sigue junto a mi cama: impertérrito, sereno, impasible.

Nos trasladan a otro hotel. Igual de bonito, igual de caro, ¿igual de seguro?... no logro apartar ese sentimiento de pánico de la cabeza. Aquellos minutos interminables en la habitación, los golpes en la puerta, las voces, los gritos… pero eso es pura anécdota cuando se cierne sobre mí otro tipo de pesar: decepción, traición, desconfianza, recelo. Siento que el cielo estrellado del Caribe ha caído sobre mí, las estrellas se han volcado una por una y -casi sin percibirlo- se ha apagado la luz. El mar ya no es calmado y no me arrulla junto a su cuerpo, ahora está furioso y el oleaje amenaza con hundirme.

Entre nosotros no fluyen las palabras. El intenta dar la máxima normalidad a la situación e iniciar una conversación pero mi cuerpo no responde. El manantial de mi boca se ha secado: de ella ya no nacen mensajes, ha olvidado como se fabrican los besos y se susurran palabras de amor. Mi cuerpo y mi alma permanecen fríos, no hay calor humano que logre aliviarlos.

La noche es extraña. Nos acostamos en la misma cama. Dos cuerpos juntos pero separados por un mar de dudas. Otra vez el mar y su influjo…

Esa noche tengo pesadillas. Sueño que me abrazan: son abrazos candentes y suaves… estoy en la playa; de repente se levanta un fuerte vendaval y los brazos se tornan fríos y ásperos. Su contacto me molesta y siento desconfianza, noto que me empujan y caigo en un torbellino. Nadie puede salvarme y me dejo caer. De pronto me despierto sobresaltada. Él continua durmiendo, parece que no se ha dado cuenta de nada; es mi soledad la que me da cobijo.

Superado el shock inicial decido dar una nueva oportunidad a la vida. A bordo del avión, entre las nubes, estoy segura. Siento que floto y que se cierne un nuevo horizonte sobre mí. Sobrevuelo el mar inmortal y se vuelven imperecederas mis ilusiones. Y, entonces, soy libre.

En una habitación, de un hotel de lujo del Caribe, un hombre lee una nota: “Nuestra luna, llena de miel, se ha partido en dos. No encuentro adhesivo lo suficientemente fuerte para unir ambas partes. Atrás dejo tus abrazos, ahora ya rotos también. Me llevo conmigo mi media luna menguante. En esta ocasión también debemos iniciar el viaje por separado”.


La cortina de lágrimas le impide ver la noticia con la que abre el periódico matutino: “Falso asalto al Hotel César. Un grupo de estudiantes crea una falsa alarma en este hotel de lujo haciendo creer a sus huéspedes que estaban siendo víctimas de un atraco. Todo formaba parte de una gamberrada y sostienen que sólo pretendían asustar. Ningún huésped ha sufrido daños ni se les ha sustraído ningún objeto personal de valor pero el hotel lamenta y pide disculpas por los daños morales que se hayan podido ocasionar”.

Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

miércoles, 16 de octubre de 2013

¿BAILAMOS?

Abro la puerta y salgo al jardín. Extiendo los brazos en cruz mirando al cielo. La lluvia empieza a caer sobre mí. Hermosas y cristalinas gotas rozan mi piel. Recorren mi cabeza, el tronco, las extremidades… Esas gotitas vivarachas se hacen con mi cuerpo, le inyectan rebeldía y comienza a hablar en un lenguaje hasta ahora desconocido. No le entiendo bien pero suena a libertad. El sonido es cada vez más fuerte y me canta al oído. Esta vez no pongo objeciones y me dejo llevar…Las gotas sagaces se meten entre mis articulaciones empujándolas suavemente para que se muevan. Un movimiento, otro, uno más… y entonces bailo. Danzo bajo las nubes, a través del aguacero, a ritmo de gotas melódicas. Un vals, una bachata, merengue…

Las gotas surten un efecto purificante y borran algunos de los demonios que viven en mi interior. Se llevan los miedos y los complejos. Bailo contra la cobardía de la mano de la valentía. Reafirmo mi autoestima con giros acompasados. Mi cuerpo está liberando a mi mente de una manera rítmica y armoniosa, logro alcanzar el equilibrio exacto entre ambos. Ya no me caigo, alcanzo la estabilidad que creía perdida. Pienso en MI.

Por vez primera, desde hace mucho tiempo, ese gran testarudo que me tocó por corazón se relaja y piensa también en TI . Logra comunicarse con el resto del cuerpo y con mi mente, se hacen uno y bailan entrelazados. Escucho como mi alma le susurra al corazón:

-Relájate, corazón. Libera tus cadenas y palpita al son de la música.

-Hacía tiempo que no me dejaba llevar.

-Vive como si no hubiera mañana, siente como si nacieras hoy y ama con un amor inmortal. Relativiza tiempo y espacio proclamándote libre y único.

Ahora pienso en ambos como uno sólo y releo tu nota:

“La respuesta está en ti. Bucea en tu interior. Has construido tantos escudos que has sellado todos los caminos. A menudo el paraguas más útil no es otro que aprender a bailar bajo la lluvia. Cuando te reencuentres a ti misma bailamos”.

Y, entonces, decido no bailar sola nunca más…


Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

SI TU ME MIRAS...

Si tú me miras prometo llenarte las pupilas de luz. El iris te brillará más que nunca, siendo arco iris de color, y tus párpados se abrirán ante semejante espectáculo para los sentidos porque prometo deslumbrarte en cinco fases.

Empezaré por la vista. Si tú me miras no querrás desviar tu mirada nunca más. Me convertiré en hechicera e hipnotizaré tus ojos. Me admirarás como se admira a los buenos poetas que nos hacen vibrar con sus letras… porque yo pondré palabras de amor ante ti, las colorearé del rojo de los amantes y las daré el relieve de mi frenesí.

Encantado, por siempre…

Seguiré con el oído. Te contaré primaveras y te susurraré veranos. Citaré los otoños en los que no te tuve y los inviernos en los que no querrás separarte de mí. Mi corazón te hablará despacio desde cada estación, el tuyo –ansioso- me escuchará como a un profeta.

Evangelizado, por siempre…

A continuación el gusto. Mis labios de fresa endulzarán tu lengua. Saborearás mi miel y te relamerás de gozo. Pondré azúcar para dulcificarte, chocolate para enviciarte y cafeína para crearte adicción. Te sellaré la boca con mi sabor, inundando tu paladar de vainilla.


Adicto, por siempre…

Después el olfato. Te embriagaré de mí. Me respirarás en cada encuentro. No faltarán flores que llenen tu vida de buen olor, no faltará mi aroma que llene tu vida de sentido. Seré tu mejor perfume: duradero, embelesador, arrebatador.

Extasiado, por siempre…

Y, por último, el tacto. Seré tu mejor caricia: esa que eriza el vello y nubla el pensamiento; esa que relajará tus músculos menos al corazón que bombeará la sangre como un loco… porque si tú me miras te enloqueceré y sólo los dementes se dejan llevar por los sentidos y se entregan a aquel que los ha seducido.

Tocado, por siempre.

Medítalo bien porque, bien sabes, que si tú me miras acabarás siendo conquistado, por toda la eternidad.

Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

EL TRINO DE LAS AVES

Sobre la mesa de la cocina reposaba la nueva ocurrencia de mi madre: una jaula antigua en la que había introducido tres pequeñas macetas. La jaula pertenecía a mi abuelo y, cuando yo era niña, la recordaba llena de pájaros. Fue rescatada del antiguo desván (de la casa del pueblo) y, ahora, tenía tres nuevos habitantes en su interior: más tranquilos, menos ruidosos, pero igual de coloridos.

Mi primer contacto con la jaula fue bastante inquietante, algo incierto y casi preocupante. En un amago de retroceder al pasado, y a mi niñez, la toqué con ambas manos y el columpio que dormía en su interior comenzó a moverse. Automáticamente mi mente empezó a piar sola, como si el simple contacto físico y visual con la jaula me hubiera conectado espiritualmente con sus antiguos moradores.

El día pasó pero los pájaros no cesaron de piar…

PIO-PIO PIO- PIO PIO-PIO PIO-PIO

… alborotaban mi mente, sacudían mi cuerpo e inquietaban mi espíritu.

Aquella noche soñé con todo tipo de aves: canarios, jilgueros, periquitos… y una jaula que se abría sola.

Desperté sudorosa de mi letargo y bajé a la cocina con las piernas renqueantes, el corazón exaltado y el vello de punta. Los oídos me zumbaban y según me iba aproximando el ruido se tornaba ensordecedor.

PIO-PIO PIO- PIO PIO-PIO PIO-PIO

Abrí la puerta y sentí un punzante escalofrío al contemplar como decenas de pájaros inundaban la estancia. No sólo se limitaban a piar… me contaban sus historias inconclusas, su fatídico regreso al presente y su deseo de descansar en paz.

Parecía que habíamos abierto la puerta del más allá y, ahora, sus almas erraban moribundas por mi cocina. Debía cerrar la conexión con ultratumba, que las almas descansasen y mi espíritu recuperase la paz perdida.

La jaula estaba abierta, el columpio en movimiento y las tres macetas (con su brillante colorido) ajenas al inverosímil espectáculo que acontecía a su alrededor. Me aproximé a ella e introduje la mano. Algo en mi vibró acompasándose con el movimiento del balancín.

Metí la otra mano y noté que las macetas estaban calientes, irradiaban un magnetismo abrumador. Las fui sacando una por una. Cuando tenía la última sobre mi mano el aleteo de un ave me la arrebató.

El suelo de mi cocina se llenó de hojas, tierra y pequeños huesecitos. Y, entonces, fue cuando caí en la cuenta… la tierra que habíamos usado para esas macetas era la que habíamos encontrado en una bolsa de la troje. Alguien enterró -años atrás- a los pequeños pajaritos, esos a los que a día de hoy, habíamos despertado de su sueño eterno. O daba paz a esas almas o mi pacífica existencia se volvería guerra.

El columpio seguía su balanceo. Los huesos incandescentes me quemaban las yemas de los dedos. En mi mente, sin descanso, se repetía:

PIO-PIO PIO- PIO PIO-PIO PIO-PIO


Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

lunes, 5 de agosto de 2013

EL SUSURRADOR DE SUEÑOS

- Son bellas, ¿verdad?

- Más que nada ni nadie.

- Brillan como ellas solas porque contienen el mayor tesoro del hombre: sus sueños. Cuando cada uno de nosotros anhela algo dirige su mirada a las estrellas para que ampare este deseo. Ellas acogen los sueños humanos, les dan calor y no dejan que el destello de la ilusión se apague nunca. Si alguien se rinde y deja de luchar por aquello que desea el brillo se intensifica para que la persona reaccione. Nunca abandones tus sueños, jamás. Sólo aquel que sueña lo imposible logra hacerlo posible, no lo olvides.

- A veces somos tan derrotistas que ni la luz más cegadora nos reconduce, abuelo.

- En esos casos las estrellas se enfadan mucho, se reúnen y empiezan a batallar por la no renuncia de los sueños, es lo que aquí abajo se conoce como “lluvia de estrellas”.

- La pena es que sean inalcanzables…

- Ahí radica también parte de su magia y su misterio. Esa sensación de lejanía las hace inmortales, rozan el infinito y se proclaman eternas. Son las reinas de la noche y del día porque le dan alas al amanecer y cuna al anochecer.

- ¿Abuelo, tú has logrado cumplir todos tus sueños?

- He llevado a cabo muchos de ellos. Con tenacidad e ilusión nada está fuera de nuestro alcance.

- Admiro la perseverancia que sobrevive en tus ojos.

- Quizás sea porque la esencia de los sueños que tuve de niño se quedó a vivir conmigo y se alojó en mis pupilas. Esa inocencia infantil y la ilusión por el día a día es lo que hace que la vida merezca la pena. Siempre hay que dejarse algún sueño en el tintero, los deseos pendientes nos dan alas…

- Hace muchos años que no teníamos una conversación así, desde que yo era niño y me subías en tus rodillas a contar estrellas. Aún recuerdo tus palabras: “Para que nunca me olvides yo pintaré estrellas para ti”.

- Hijo, esa frase está más vigente que nunca. Pronto estaré ahí arriba y dibujaré los astros más rutilantes para eclipsar tu mirada. No lo dudes.

- ¿Has visto eso? ¡Una estrella fugaz!


- Un guiño del cielo: tus sueños siguen su curso, no los abandones y ellos no te dejarán a ti.

- Allí, junto a la luna, hay tres estrellas que brillan mucho… ¿Qué crees que significan?

- Probablemente alguien se está rindiendo. Las estrellas brillan con fuerza y parecen decir: “tus deseos siguen pendientes. Quítate los miedos y reluce como lo hacemos nosotras. La luz atrae a la luz”.

- A veces nos apagamos porque nos faltan las fuerzas…

- Es ahí cuando hay que encender la lucecita interna que todos poseemos. Cuando flaquees brilla como tú sólo sabes… de este modo cegarás a los malos pensamientos y podrás proseguir tu camino.

- Hacía tiempo que no veía una noche tan estrellada. Somos afortunados.

- Ese manto de estrellas nos cubre mientras dormimos y parece susurrar: “Sueña muy fuerte y muy alto. Nos vemos allí, frente a frente”.

- ¿Te han susurrado las estrellas al oído, abuelo?

- Sí, muchas veces. La fatiga de los años no me permiten recordar momentos precisos pero sigo notando su aliento.

- ¿Tú les susurraste a ellas?

- Todos los días de mi vida. Da igual donde estuviera, nunca las olvidé. Son las guardianas de los secretos de mi corazón, allá donde quiera que él me lleve las estrellas serán mi guía.

- Sí, yo también siento el instinto de seguirlas. Cada vuelo es un nuevo reto, una inercia de llegar a lo misterioso, a lo prohibido, a lo único… me enmudece su belleza, sucumbiría ante ellas sólo por el placer de conocer sus secretos que son también los míos. En parte creo que mi trabajo es maravilloso porque rozo los sueños de mucha gente. Pilotar me da una sensación de libertad que no experimento con ninguna otra cosa. Estoy tan cerca de las estrellas y a la vez tan lejos…

- Hijo, debes aprovechar al máximo ese trabajo tuyo. Surcas el cielo de norte a sur, capitaneas el firmamento y exploras lo recóndito. Eres testigo directo de briznas de ilusiones esparcidas por el cielo… grandes quimeras humanas.

- Soy consciente, abuelo, y me siento muy orgulloso de ello.

- Tienes mucha suerte… otros, como yo, hemos desempeñado labores que nos han permitido subsistir y que se pierden en la memoria cuando llegamos a la vejez.

- Creo que te he fatigado con tanta charla… descansa un rato, después vuelvo. Cierro la ventana, ya entra frío.

- No eches la cortina.

Instantes después, en el pasillo:

- ¡No lo entiendo! Parecía tan lúcido…

- El cerebro sigue siendo una caja de sorpresas, es ese gran desconocido que no logramos entender en su totalidad.

- Estoy consternado, doctor. Por un momento pensé que había recuperado a mi abuelo: consejero, maestro, tierno, cariñoso, revelador…

- La memoria es así: a veces nos hace recordar cosas intrascendentes o lejanas, pensamientos o reflexiones y, sin embargo, olvidamos la cotidianidad y el día a día.

- La situación de mi abuelo es desoladora…

- No sea tan pesimista. Quizás él ya no recuerde como se pilota un avión pero sus sueños siguen intactos… cada viaje a las estrellas le inspiró un motivo por el que vivir. Aún hoy los conserva todos. El susurrador de sueños sigue ahí, en esa cama.

Desde el quicio de la puerta se observaba a un anciano tumbado, mirando a través de la ventana. Tenía cara de soñador… Sobre el armario una antigua gorra de aviación recordaba quien había sido. Hace años inició un camino a las estrellas, éstas en señal de agradecimiento dibujaban ahora una sonrisa en su cara…

Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

domingo, 4 de agosto de 2013

PRÍNCIPES SOBRE RAILES

Mantenía la mirada serena. Apoyada sobre la ventana dejaba que la luz iluminara su cara. El tren avanzaba. A él le sonaba aquel rostro…. ya se habían cruzado antes sus miradas en un vagón de tren. El tren pitó y ella llegó a su destino. Él quiso decirle algo pero no se atrevió… de repente, un diminuto zapato apareció junto al asiento. Ella lo había olvidado… y él como un príncipe que busca a su Cenicienta corrió tras ella. Sonrió triunfante: había logrado despertar al “Bello Durmiente” de su letargo. Ese día comenzaba un nuevo cuento para ambos…


Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

sábado, 3 de agosto de 2013

INFINITA VENECIA

La primera vez que la vi me di cuenta de que era más bonita que ninguna y lo sabía. Bella, misteriosa y única en el mundo: así es Venecia. Lo mío fue un flechazo a primera vista. Busqué su cobijo huyendo de abrazos rotos, ojos vacíos y labios impenetrables. Frustrado con mi vida sentimental y profesional sentía que el amanecer tenía siempre el mismo tono pálido. Quería intensidad. No me conformaba con buscar nuevos horizontes, quería rozar lo infinito…

Sobre la repisa dejé una nota que decía: “Yo sí quiero Venecia sin ti” y, con una maleta cargada de sueños, me marché.

En un viaje con billete de ida, pero no de vuelta, la exquisita Venecia me ofreció atardeceres únicos. Hay destinos que vienen con un camino predeterminado, sin embargo, hay otros en los que hay que crearlo uno mismo. Ese era mi propósito.

No sé quien encontró a quien, si la ciudad a mi o yo a ella. Me habían dicho que era una ciudad algo enferma, que desprendía mal olor y se inundaba frecuentemente. Mi alma también estaba quebrantada, mi corazón olía a desesperación y mis ojos se encharcaban a cada instante. Estábamos empatados: yo curaría a Venecia y ella me curaría a mí.

Doctor y paciente sobre góndolas que navegan sincronizadas. Así fue como me hice gondolero… Exploraría todas las arterias de la ciudad, recorrería sus vericuetos y examinaría sus órganos. Desde el Gran Canal observaba, a diario, el horizonte. Casi sentía que podía saltar a la inmensidad del firmamento, allá donde las estrellas tienen guardados todos nuestros sueños. Navegaba por los canales al mismo tiempo que volaba con mi corazón, sabía que le estaba dando alas y que ellas me llevarían a mi destino final.

Nunca llegué a saber si la enfermedad de Venecia era tan grave como se decía. Era cierto que tenía síntomas preocupantes: la marea amenazaba con arrasar la ciudad. A pesar de ello su alma estaba impoluta. Observé que la paciente tenía asumida su dolencia y que lejos de amedrentarse la desafiaba constantemente. Valiente, segura de sí misma, soberbia…en un juego entre mareas, Venecia siempre emergía. Si la ciudad perdía alguna vez el pulso al mar no se sentiría perdedora porque poseía la esencia de su alma. Venecia era única, incluso con sus rarezas, y era precisamente esto lo que la hacía diferente y atractiva a los ojos del mundo.

Saqué muchas lecciones en aquellos días. De los turistas aprendí que jamás debemos perder la ilusión y el entusiasmo por la vida. No todos los días podemos ver el atardecer desde una góndola pero sí podemos hacer cada momento único y hacer eternos muchos instantes. Los enamorados me enseñaron que la mejor letra de amor reside en el corazón de cada uno y que hay que ponerle la sintonía correcta, si no chirría. De los venecianos copié el arte de seducir y de ser seducido.

El diagnóstico de ambos estaba claro: amantes de la vida buscan sobrevivir, a pesar de numerosos achaques y contratiempos. Que nada ni nadie intente detenerlos, ni la mafia más peligrosa podrá con ellos. Por sus venas corre la fuerza del agua, esa que no se detiene y busca mares infinitos.

Abandoné la ciudad agradecido y motivado. En mi maleta un título universitario me recordaba que había llegado la hora de tratar a pacientes de carne y hueso. Me encontré a mi mismo en Venecia.

Las alas del avión rozaban ya las estrellas…

Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

miércoles, 31 de julio de 2013

MI QUERIDA TÚ

Mi querida tú que por fin apareces. Llevo tanto tiempo esperándote que me cuesta creer que ya estés aquí. Eres tan efímera que, a veces, he pensado que eres un espejismo. Nunca se bien donde empiezas y donde acabas, eres como uno de esos mares infinitos en los que me gusta perderme.

Querida tú que curas mis inviernos, das calor a mis noches frías y me embriagas con tu perfume. Que bien hueles… da gusto respirarte en cada uno de tus días y de tus noches, a grandes bocanadas, sintiendo tu aliento afrutado en mi interior.

Querida tú porque si me dejases te haría eterna. Se que te pretenden muchos y que no te dejas atrapar. Eres la mejor y la peor de las amantes: generosa con todos pero exclusiva con ninguno.

Querida tú que eres sueño cuando estás y pesadilla cuando te vas. Eres recompensa y castigo. Verdad y mentira. Tortura, mi dulce tortura.

Querida tú que me hipnotizas. Me acaloro cuando salgo a verte porque tienes más luz que nada ni nadie. Se que eres algo altiva y soberbia, no tienes comparación posible, eres una diosa que aparece sin avisar porque nadie te rechaza. Esa que todos esperan, esa que todos sueñan, esa eres tú…

Querida tú que me regalas tantas cosas… traes mariposas a mi estómago y vida a mis sentidos. Sí, contigo me siento vivo. Eres el dulce despertar que me saca de mi letargo.

Querida tú porque tienes más color que ninguna, más flores que un jardín y los mejores amaneceres. Querida… ¿Qué más puedo decirte? Eres luz, claridad, alegría, pasión…

Mi querida tú: ¿Me das el permiso de llamarte mía? Como es ésta una declaración formal de amor me he permitido ciertas licencias… espero que no te incomode. Mi querida primavera, por muy largos que se me hagan los meses sin ti, aquí siempre te estaré esperando… no te culpo por tu tardanza, pero anhelo impaciente tus regresos.

Mi querida primavera… un extasiado admirador que te venera.

Nunca mía, siempre tuyo.


Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.