Algunos veranos se quedan mudos
porque son incapaces de soportar tanto ruido.
No sale sonido alguno por su
garganta, seca de tanto hablar.
Tampoco por sus oídos empapados
en susurros prometedores, esperanzadores; rotos finalmente en la calle del
desengaño.
Algunos veranos se quedan mudos
porque están llenos de decepción. Y es tanta la pena que se comen las palabras
que una vez dijiste, encumbraste, te creíste…
No hay cumbre más alta que la que
se erige dentro de ti, ni más baja que la que intenta derribarla a golpe de
mentira, de silencio.
Algunos veranos se quedan mudos
porque no obtienen respuestas. Sigo creyendo que algunos silencios duelen más
que cien balas y que de esas cien balas, al menos una, se tira para matar.
En algunos veranos tienes que
sobrevivir, a golpe de proyectiles, sin chaleco salvavidas…una vez más con la
piel como propio escudo. Esa misma piel que un día acariciaron para volver a abandonarla.
La soledad de una piel condenada al silencio.
En algunos veranos me hice más
fuerte, más alta y menos vulnerable. Cuando finalmente comprendí que nadie es
esclavo de los silencios del otro y emprendí un bullicio en mi interior.
Algunos veranos se quedan mudos
al comprobar que aun nos queda tantísimo por decir…