Desde la otra orilla se ven con
más perspectiva las verdades, tanto las que duelen como las que ya son parte de
mí.
Desde la otra orilla apenas te
vislumbro ya, porque de tanto alejarte has puesto un par de nubarrones que me
ciegan los ojos. Así somos, así soy… dos
ciegos nublados por un sol de Agosto que quema las heridas hasta hacerlas
sangrar. Y de tanta sangre se vuelven rojas las pasiones y los sentimientos. Y
te hacen ver que el mundo no se acaba pero que hay un océano por cruzar… y
nadando NO TE ALCANZO.
Desde la otra orilla no puedes
salvarme… y quizás hoy lo necesite. Agosto me quema, me tienta y me seduce.
Este mes me conduce al barco pirata anclado en ese océano que nos separa. Y es
que en tu orilla no hay sitio para dos pero este barco es grande y me dan la
mano para subir. Aunque ese tacto me de escalofríos y me haga sentir inestable…
zozobrando en medio de un mar que no se si es apto para sumergirse.
Pero como te dije, a día de hoy
estoy ciega, preparada para sucumbir aún
a riesgo de acabar como un náufrago sin rumbo y sin orillas a las que
sujetarse. Y se que si ese momento llega
seguiré esperando tu mano que me suba a tu isla. Sólo ese contacto con tu piel
logrará llenarme de Agosto, abandonando la vida pirata que nunca fue la mía.
Y, aquí desde la otra orilla,
sigo esperando (te) a que me “desnubles” los ojos, me endulces la sal y me
contagies tu tacto.
Atentamente: Aspirante a polizón
de tu isla.
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