La vida es una sucesión de
impulsos. Esos mismos que agitan tu calma y te mueven alma y cuerpo. Son los
mismos impulsos que me hacen oscilar como un péndulo y que un día me suben a la
luna y otros me bajan hasta los confines que no tienen nombre. Ni siquiera
tienen apellido porque los he borrado a fuerza de intentar memorizarlos; y no
se queda en la mente lo que se vierte por el corazón.
Esos impulsos me vuelven a situar
en lo alto de una escalera, por la que voy bajando con un deseo irrefrenable,
con unas ganas locas cogidas por la cintura. Esos mismos impulsos que vuelven
la escalera de caracol, con mil recovecos en los que no importan los nombres. A
veces no poner nombre a las cosas es un alivio, a veces determinados impulsos
te sitúan en la cumbre por un momento. Pero cuando bajas de la cima te lo
vuelves a encontrar a EL, el que sí tiene nombre, el que sí pervive en la mente
aunque intentes olvidarlo, el que el corazón no destierra porque le ha cogido
cariño (siempre fuiste un iluso, corazón).
Otros impulsos me llevan a romper
con aquello que no debe permanecer unido: porque no compensa, porque no
conviene, porque no se sostiene… Sólo quien lucha por no separarse es con quien
merece la pena quedarse.
Y entre escalones desgastados,
ganas consumidas, ilusiones imperecederas y ansias infinitas va transcurriendo
la primavera, sin flores que dejar en ningún escalón porque estamos en
diferentes estaciones. Sólo el mayor impulso logrará algún día situarnos tan
alto como merecemos, allá donde se murmura que florece la primavera…
"Amor mio abrígame... vuelve a ser mi PRIMAVERA"
No hay comentarios:
Publicar un comentario