Es lo que tiene Noviembre… tan
pronto te ilumina la mirada con su sol como te lanza niebla en el rostro con
sus nubes. Al fin y al cabo, los meses son como las personas, unos días te
regalan el sol para que despiertes; otros se olvidan de apretar el interruptor
y el sol no calienta, quedando el astro rey reducido a niebla.
Lo peligroso del asunto es que
vivimos a la intemperie del tiempo, sometidos a sus vaivenes y a sus idas y
venidas. Esperamos con tanta ansia que alguien brille para nosotros que nos
olvidamos brillar por nosotros mismos. Nos recubrimos de niebla y enturbiamos
la mirada. La luz se apaga y el interruptor que está asido a nuestro corazón
resulta inaccesible a manos ajenas.
Lo peligroso de un corazón que no
sabe esperar es proporcional a unas manos ajenas que iluminan soles según amanezca
el día. Y hay días que amanecen más
tarde porque hay interruptores que no se encuentran o no quieren ser
encontrados.
Y como tenemos frio y las manos ajenas
no resultan tomamos las propias y recubrimos el alma y el cuerpo. Y es ahí, en
el calor de lo íntimo, cuando se va la bruma y se enfría nuestra mente. En esa
lucidez descubrimos que aunque haya soles que ya no brillen todos los días nace
uno nuevo.
Hay SOLES dispuestos a iluminar
las sombras que dejaron algunas nieblas, las decepciones que olvidaron algunas ilusiones, las lágrimas que se
vertieron como pequeños rayos astrales.
Ni la distancia más enorme puede
acabar con la enormidad de un sentimiento, ni el sentimiento más profundo debe
manipular nuestro brillo interior. No somos interruptores. Es lo que tiene
Noviembre… pese a sus locuras podemos demostrar nuestra cordura.
A ti, Lorenzo.