Todos tenemos un vaso de cristal anclado en nuestro corazón. A ese vaso van a parar todas las lágrimas que vierten nuestros ojos y que el corazón acoge y da cobijo, aunque le causen un poquito de dolor… Cuando el vaso se llena, las lágrimas inundan todo el cuerpo y la mente pide a gritos SALIR CORRIENDO.
Hay muchas veces que la vida nos pone a prueba
y juega con que percibamos el vaso medio lleno o medio vacío. Es difícil ser
conscientes de que, en parte, que las lágrimas rebasen el vaso depende de
nosotros mismos. Canalizar las emociones y saber autogestionarlas es una
función básica para ayudarnos a sentir mejor.
Cuando
sientas miedo, cuando quieras gritar, cuando el miedo te atenace y te obligue a
salir corriendo… háblale a tu corazón, no dejes que las lágrimas le nublen la
vista y le impidan ver que no hay nadie como TU.