miércoles, 16 de octubre de 2013

SI TU ME MIRAS...

Si tú me miras prometo llenarte las pupilas de luz. El iris te brillará más que nunca, siendo arco iris de color, y tus párpados se abrirán ante semejante espectáculo para los sentidos porque prometo deslumbrarte en cinco fases.

Empezaré por la vista. Si tú me miras no querrás desviar tu mirada nunca más. Me convertiré en hechicera e hipnotizaré tus ojos. Me admirarás como se admira a los buenos poetas que nos hacen vibrar con sus letras… porque yo pondré palabras de amor ante ti, las colorearé del rojo de los amantes y las daré el relieve de mi frenesí.

Encantado, por siempre…

Seguiré con el oído. Te contaré primaveras y te susurraré veranos. Citaré los otoños en los que no te tuve y los inviernos en los que no querrás separarte de mí. Mi corazón te hablará despacio desde cada estación, el tuyo –ansioso- me escuchará como a un profeta.

Evangelizado, por siempre…

A continuación el gusto. Mis labios de fresa endulzarán tu lengua. Saborearás mi miel y te relamerás de gozo. Pondré azúcar para dulcificarte, chocolate para enviciarte y cafeína para crearte adicción. Te sellaré la boca con mi sabor, inundando tu paladar de vainilla.


Adicto, por siempre…

Después el olfato. Te embriagaré de mí. Me respirarás en cada encuentro. No faltarán flores que llenen tu vida de buen olor, no faltará mi aroma que llene tu vida de sentido. Seré tu mejor perfume: duradero, embelesador, arrebatador.

Extasiado, por siempre…

Y, por último, el tacto. Seré tu mejor caricia: esa que eriza el vello y nubla el pensamiento; esa que relajará tus músculos menos al corazón que bombeará la sangre como un loco… porque si tú me miras te enloqueceré y sólo los dementes se dejan llevar por los sentidos y se entregan a aquel que los ha seducido.

Tocado, por siempre.

Medítalo bien porque, bien sabes, que si tú me miras acabarás siendo conquistado, por toda la eternidad.

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EL TRINO DE LAS AVES

Sobre la mesa de la cocina reposaba la nueva ocurrencia de mi madre: una jaula antigua en la que había introducido tres pequeñas macetas. La jaula pertenecía a mi abuelo y, cuando yo era niña, la recordaba llena de pájaros. Fue rescatada del antiguo desván (de la casa del pueblo) y, ahora, tenía tres nuevos habitantes en su interior: más tranquilos, menos ruidosos, pero igual de coloridos.

Mi primer contacto con la jaula fue bastante inquietante, algo incierto y casi preocupante. En un amago de retroceder al pasado, y a mi niñez, la toqué con ambas manos y el columpio que dormía en su interior comenzó a moverse. Automáticamente mi mente empezó a piar sola, como si el simple contacto físico y visual con la jaula me hubiera conectado espiritualmente con sus antiguos moradores.

El día pasó pero los pájaros no cesaron de piar…

PIO-PIO PIO- PIO PIO-PIO PIO-PIO

… alborotaban mi mente, sacudían mi cuerpo e inquietaban mi espíritu.

Aquella noche soñé con todo tipo de aves: canarios, jilgueros, periquitos… y una jaula que se abría sola.

Desperté sudorosa de mi letargo y bajé a la cocina con las piernas renqueantes, el corazón exaltado y el vello de punta. Los oídos me zumbaban y según me iba aproximando el ruido se tornaba ensordecedor.

PIO-PIO PIO- PIO PIO-PIO PIO-PIO

Abrí la puerta y sentí un punzante escalofrío al contemplar como decenas de pájaros inundaban la estancia. No sólo se limitaban a piar… me contaban sus historias inconclusas, su fatídico regreso al presente y su deseo de descansar en paz.

Parecía que habíamos abierto la puerta del más allá y, ahora, sus almas erraban moribundas por mi cocina. Debía cerrar la conexión con ultratumba, que las almas descansasen y mi espíritu recuperase la paz perdida.

La jaula estaba abierta, el columpio en movimiento y las tres macetas (con su brillante colorido) ajenas al inverosímil espectáculo que acontecía a su alrededor. Me aproximé a ella e introduje la mano. Algo en mi vibró acompasándose con el movimiento del balancín.

Metí la otra mano y noté que las macetas estaban calientes, irradiaban un magnetismo abrumador. Las fui sacando una por una. Cuando tenía la última sobre mi mano el aleteo de un ave me la arrebató.

El suelo de mi cocina se llenó de hojas, tierra y pequeños huesecitos. Y, entonces, fue cuando caí en la cuenta… la tierra que habíamos usado para esas macetas era la que habíamos encontrado en una bolsa de la troje. Alguien enterró -años atrás- a los pequeños pajaritos, esos a los que a día de hoy, habíamos despertado de su sueño eterno. O daba paz a esas almas o mi pacífica existencia se volvería guerra.

El columpio seguía su balanceo. Los huesos incandescentes me quemaban las yemas de los dedos. En mi mente, sin descanso, se repetía:

PIO-PIO PIO- PIO PIO-PIO PIO-PIO


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lunes, 5 de agosto de 2013

EL SUSURRADOR DE SUEÑOS

- Son bellas, ¿verdad?

- Más que nada ni nadie.

- Brillan como ellas solas porque contienen el mayor tesoro del hombre: sus sueños. Cuando cada uno de nosotros anhela algo dirige su mirada a las estrellas para que ampare este deseo. Ellas acogen los sueños humanos, les dan calor y no dejan que el destello de la ilusión se apague nunca. Si alguien se rinde y deja de luchar por aquello que desea el brillo se intensifica para que la persona reaccione. Nunca abandones tus sueños, jamás. Sólo aquel que sueña lo imposible logra hacerlo posible, no lo olvides.

- A veces somos tan derrotistas que ni la luz más cegadora nos reconduce, abuelo.

- En esos casos las estrellas se enfadan mucho, se reúnen y empiezan a batallar por la no renuncia de los sueños, es lo que aquí abajo se conoce como “lluvia de estrellas”.

- La pena es que sean inalcanzables…

- Ahí radica también parte de su magia y su misterio. Esa sensación de lejanía las hace inmortales, rozan el infinito y se proclaman eternas. Son las reinas de la noche y del día porque le dan alas al amanecer y cuna al anochecer.

- ¿Abuelo, tú has logrado cumplir todos tus sueños?

- He llevado a cabo muchos de ellos. Con tenacidad e ilusión nada está fuera de nuestro alcance.

- Admiro la perseverancia que sobrevive en tus ojos.

- Quizás sea porque la esencia de los sueños que tuve de niño se quedó a vivir conmigo y se alojó en mis pupilas. Esa inocencia infantil y la ilusión por el día a día es lo que hace que la vida merezca la pena. Siempre hay que dejarse algún sueño en el tintero, los deseos pendientes nos dan alas…

- Hace muchos años que no teníamos una conversación así, desde que yo era niño y me subías en tus rodillas a contar estrellas. Aún recuerdo tus palabras: “Para que nunca me olvides yo pintaré estrellas para ti”.

- Hijo, esa frase está más vigente que nunca. Pronto estaré ahí arriba y dibujaré los astros más rutilantes para eclipsar tu mirada. No lo dudes.

- ¿Has visto eso? ¡Una estrella fugaz!


- Un guiño del cielo: tus sueños siguen su curso, no los abandones y ellos no te dejarán a ti.

- Allí, junto a la luna, hay tres estrellas que brillan mucho… ¿Qué crees que significan?

- Probablemente alguien se está rindiendo. Las estrellas brillan con fuerza y parecen decir: “tus deseos siguen pendientes. Quítate los miedos y reluce como lo hacemos nosotras. La luz atrae a la luz”.

- A veces nos apagamos porque nos faltan las fuerzas…

- Es ahí cuando hay que encender la lucecita interna que todos poseemos. Cuando flaquees brilla como tú sólo sabes… de este modo cegarás a los malos pensamientos y podrás proseguir tu camino.

- Hacía tiempo que no veía una noche tan estrellada. Somos afortunados.

- Ese manto de estrellas nos cubre mientras dormimos y parece susurrar: “Sueña muy fuerte y muy alto. Nos vemos allí, frente a frente”.

- ¿Te han susurrado las estrellas al oído, abuelo?

- Sí, muchas veces. La fatiga de los años no me permiten recordar momentos precisos pero sigo notando su aliento.

- ¿Tú les susurraste a ellas?

- Todos los días de mi vida. Da igual donde estuviera, nunca las olvidé. Son las guardianas de los secretos de mi corazón, allá donde quiera que él me lleve las estrellas serán mi guía.

- Sí, yo también siento el instinto de seguirlas. Cada vuelo es un nuevo reto, una inercia de llegar a lo misterioso, a lo prohibido, a lo único… me enmudece su belleza, sucumbiría ante ellas sólo por el placer de conocer sus secretos que son también los míos. En parte creo que mi trabajo es maravilloso porque rozo los sueños de mucha gente. Pilotar me da una sensación de libertad que no experimento con ninguna otra cosa. Estoy tan cerca de las estrellas y a la vez tan lejos…

- Hijo, debes aprovechar al máximo ese trabajo tuyo. Surcas el cielo de norte a sur, capitaneas el firmamento y exploras lo recóndito. Eres testigo directo de briznas de ilusiones esparcidas por el cielo… grandes quimeras humanas.

- Soy consciente, abuelo, y me siento muy orgulloso de ello.

- Tienes mucha suerte… otros, como yo, hemos desempeñado labores que nos han permitido subsistir y que se pierden en la memoria cuando llegamos a la vejez.

- Creo que te he fatigado con tanta charla… descansa un rato, después vuelvo. Cierro la ventana, ya entra frío.

- No eches la cortina.

Instantes después, en el pasillo:

- ¡No lo entiendo! Parecía tan lúcido…

- El cerebro sigue siendo una caja de sorpresas, es ese gran desconocido que no logramos entender en su totalidad.

- Estoy consternado, doctor. Por un momento pensé que había recuperado a mi abuelo: consejero, maestro, tierno, cariñoso, revelador…

- La memoria es así: a veces nos hace recordar cosas intrascendentes o lejanas, pensamientos o reflexiones y, sin embargo, olvidamos la cotidianidad y el día a día.

- La situación de mi abuelo es desoladora…

- No sea tan pesimista. Quizás él ya no recuerde como se pilota un avión pero sus sueños siguen intactos… cada viaje a las estrellas le inspiró un motivo por el que vivir. Aún hoy los conserva todos. El susurrador de sueños sigue ahí, en esa cama.

Desde el quicio de la puerta se observaba a un anciano tumbado, mirando a través de la ventana. Tenía cara de soñador… Sobre el armario una antigua gorra de aviación recordaba quien había sido. Hace años inició un camino a las estrellas, éstas en señal de agradecimiento dibujaban ahora una sonrisa en su cara…

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domingo, 4 de agosto de 2013

PRÍNCIPES SOBRE RAILES

Mantenía la mirada serena. Apoyada sobre la ventana dejaba que la luz iluminara su cara. El tren avanzaba. A él le sonaba aquel rostro…. ya se habían cruzado antes sus miradas en un vagón de tren. El tren pitó y ella llegó a su destino. Él quiso decirle algo pero no se atrevió… de repente, un diminuto zapato apareció junto al asiento. Ella lo había olvidado… y él como un príncipe que busca a su Cenicienta corrió tras ella. Sonrió triunfante: había logrado despertar al “Bello Durmiente” de su letargo. Ese día comenzaba un nuevo cuento para ambos…


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sábado, 3 de agosto de 2013

INFINITA VENECIA

La primera vez que la vi me di cuenta de que era más bonita que ninguna y lo sabía. Bella, misteriosa y única en el mundo: así es Venecia. Lo mío fue un flechazo a primera vista. Busqué su cobijo huyendo de abrazos rotos, ojos vacíos y labios impenetrables. Frustrado con mi vida sentimental y profesional sentía que el amanecer tenía siempre el mismo tono pálido. Quería intensidad. No me conformaba con buscar nuevos horizontes, quería rozar lo infinito…

Sobre la repisa dejé una nota que decía: “Yo sí quiero Venecia sin ti” y, con una maleta cargada de sueños, me marché.

En un viaje con billete de ida, pero no de vuelta, la exquisita Venecia me ofreció atardeceres únicos. Hay destinos que vienen con un camino predeterminado, sin embargo, hay otros en los que hay que crearlo uno mismo. Ese era mi propósito.

No sé quien encontró a quien, si la ciudad a mi o yo a ella. Me habían dicho que era una ciudad algo enferma, que desprendía mal olor y se inundaba frecuentemente. Mi alma también estaba quebrantada, mi corazón olía a desesperación y mis ojos se encharcaban a cada instante. Estábamos empatados: yo curaría a Venecia y ella me curaría a mí.

Doctor y paciente sobre góndolas que navegan sincronizadas. Así fue como me hice gondolero… Exploraría todas las arterias de la ciudad, recorrería sus vericuetos y examinaría sus órganos. Desde el Gran Canal observaba, a diario, el horizonte. Casi sentía que podía saltar a la inmensidad del firmamento, allá donde las estrellas tienen guardados todos nuestros sueños. Navegaba por los canales al mismo tiempo que volaba con mi corazón, sabía que le estaba dando alas y que ellas me llevarían a mi destino final.

Nunca llegué a saber si la enfermedad de Venecia era tan grave como se decía. Era cierto que tenía síntomas preocupantes: la marea amenazaba con arrasar la ciudad. A pesar de ello su alma estaba impoluta. Observé que la paciente tenía asumida su dolencia y que lejos de amedrentarse la desafiaba constantemente. Valiente, segura de sí misma, soberbia…en un juego entre mareas, Venecia siempre emergía. Si la ciudad perdía alguna vez el pulso al mar no se sentiría perdedora porque poseía la esencia de su alma. Venecia era única, incluso con sus rarezas, y era precisamente esto lo que la hacía diferente y atractiva a los ojos del mundo.

Saqué muchas lecciones en aquellos días. De los turistas aprendí que jamás debemos perder la ilusión y el entusiasmo por la vida. No todos los días podemos ver el atardecer desde una góndola pero sí podemos hacer cada momento único y hacer eternos muchos instantes. Los enamorados me enseñaron que la mejor letra de amor reside en el corazón de cada uno y que hay que ponerle la sintonía correcta, si no chirría. De los venecianos copié el arte de seducir y de ser seducido.

El diagnóstico de ambos estaba claro: amantes de la vida buscan sobrevivir, a pesar de numerosos achaques y contratiempos. Que nada ni nadie intente detenerlos, ni la mafia más peligrosa podrá con ellos. Por sus venas corre la fuerza del agua, esa que no se detiene y busca mares infinitos.

Abandoné la ciudad agradecido y motivado. En mi maleta un título universitario me recordaba que había llegado la hora de tratar a pacientes de carne y hueso. Me encontré a mi mismo en Venecia.

Las alas del avión rozaban ya las estrellas…

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miércoles, 31 de julio de 2013

MI QUERIDA TÚ

Mi querida tú que por fin apareces. Llevo tanto tiempo esperándote que me cuesta creer que ya estés aquí. Eres tan efímera que, a veces, he pensado que eres un espejismo. Nunca se bien donde empiezas y donde acabas, eres como uno de esos mares infinitos en los que me gusta perderme.

Querida tú que curas mis inviernos, das calor a mis noches frías y me embriagas con tu perfume. Que bien hueles… da gusto respirarte en cada uno de tus días y de tus noches, a grandes bocanadas, sintiendo tu aliento afrutado en mi interior.

Querida tú porque si me dejases te haría eterna. Se que te pretenden muchos y que no te dejas atrapar. Eres la mejor y la peor de las amantes: generosa con todos pero exclusiva con ninguno.

Querida tú que eres sueño cuando estás y pesadilla cuando te vas. Eres recompensa y castigo. Verdad y mentira. Tortura, mi dulce tortura.

Querida tú que me hipnotizas. Me acaloro cuando salgo a verte porque tienes más luz que nada ni nadie. Se que eres algo altiva y soberbia, no tienes comparación posible, eres una diosa que aparece sin avisar porque nadie te rechaza. Esa que todos esperan, esa que todos sueñan, esa eres tú…

Querida tú que me regalas tantas cosas… traes mariposas a mi estómago y vida a mis sentidos. Sí, contigo me siento vivo. Eres el dulce despertar que me saca de mi letargo.

Querida tú porque tienes más color que ninguna, más flores que un jardín y los mejores amaneceres. Querida… ¿Qué más puedo decirte? Eres luz, claridad, alegría, pasión…

Mi querida tú: ¿Me das el permiso de llamarte mía? Como es ésta una declaración formal de amor me he permitido ciertas licencias… espero que no te incomode. Mi querida primavera, por muy largos que se me hagan los meses sin ti, aquí siempre te estaré esperando… no te culpo por tu tardanza, pero anhelo impaciente tus regresos.

Mi querida primavera… un extasiado admirador que te venera.

Nunca mía, siempre tuyo.


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